Ciertamente el autismo es una condición que impacta cuando se recibe el diagnóstico. Como padres nos esperamos cualquier cosa menos que después de ver que nuestro hijo se desarrollaba con completa "normalidad" pasa un año o dos y comenzamos a notar que algo andaba mal.
Con MatÃas fue justamente asÃ. Si han visto las fotos de su primeros años, notarán que establecÃa contacto visual, tenÃa sonrisa social e interactuaba como cualquier niño de su edad hasta el primer año. Mi esposo y yo lo estimulamos de acuerdo a lo que habÃamos aprendido en la universidad (como profesores) y aprendiendo los consejos de otros padres, por lo que nuestro hijo siempre recibió estÃmulos variados, en cuanto a todas las áreas. Sin embargo, al cumplir 3 años, algo comenzó a cambiar.
MatÃas comenzó a cubrirse las orejas, a perder el contacto visual y la intención comunicativa. Su lenguaje parecÃa estar estancándose y fue entonces cuando decidimos llevarlo a una Escuela de Lenguaje cerca de nuestra casa para que lo evaluaran. Yo como educadora pensé que como no era mi área, confiarÃa en el diagnóstico de los expertos. En aquel entonces nos dijeron que tenÃa Trastorno del Lenguaje y por lo tanto como inicios de año escolar que lo matriculara en la escuela. Pero a mediados de ese año nos dicen que no saben lidiar con sus dificultades y lo derivan a Neurólogo por un posible Autismo. Para mà fue como un balde de agua frÃa ya que no esperaba que algo asà fuera posible. Además, conmigo MatÃas hacÃa muchas cosas, pero en la escuela su capacidad de relación se veÃa limitada.
Asà comenzó la búsqueda de respuestas. El neurólogo indicó 3 meses de proceso diagnóstico con Fonoaudióloga y Terapeuta Ocupacional, meses que fueron eternos para nosotros, llenos de remordimiento, cuestionamientos, experimentos y mucho miedo. SabÃamos que el autismo es algo permanente y que si era asÃ, nuestro hijito tendrÃa que luchar con ello toda su vida.
Pero esos meses de terapia también fueron de mucho aprendizaje, sobre todo en relación a conocerlo y comprender más a MatÃas, logrando conectar con él en una forma diferente, tratando de lidiar con sus conductas y sanando muchas heridas. A pesar de ello, yo estaba devastada como madre. Me seguÃa culpando por su condición buscando alguna explicación a todo esto.
A inicios del año siguiente ingresamos a Mati a un centro especial para personas con autismo llamado Aspaut y tratamos de aprender lo más que pudiéramos. Ya habÃa nacido nuestra segunda hija y con ella acompañábamos a Mati a todas sus terapias. Reconozco que cuando noté que Francisca era diferente y que no presentaba razgos de autismo, sentà un gran alivio y desde el punto de vista emocional ella se convirtió en mi fuente de ánimo con sus gracias y todas esas conductas tÃpicas que siempre esperé de MatÃas.
Finalmente ese proceso de duelo, de culpa y dolor (junto con una crisis económica) se convirtió en un camino lleno de esperanzas, al fin nuestro hijito se conectaba emocional y socialmente, lograba juego simbólico y una habilidades para comunicarse. Luego nos cambiamos de casa y nos fuimos a vivir muy lejos de allÃ, volvimos a casa de mis padres e iniciamos una nueva etapa en nuestras vidas, ingresamos Mati y yo a una escuela especial como alumno y profesora y comenzamos a salir adelante. Hoy MatÃas puede comunicarse bastante bien, se adapta a diversos contextos y está pronto a ingresar a una escuela regular. Yo por mi parte he aprendido a vivir con el autismo, a valorarlo y a compartir mi experiencia y conocimientos con otros profesionales de la educación y padres.
No ha sido fácil, pero al parecer este es nuestro destino, si es que se le puede llamar asÃ, o algo por el estilo.
Ale