Hoy mi amiga y hermana en Cristo, Gilda y yo fuimos al hospital a conversar sobre el Señor Jesucristo con las mujeres que padecen Cáncer y pasó algo maravilloso. Pasamos a las salas donde las pacientes estaban algunas con visitas y otras esperando algo especial, cuando llegamos a conversar con la Sra. Adriana. Le hablamos del Señor y se mostró muy receptiva al mensaje, pero llegó el momento en que con Gilda sentimos que era necesario ser más enfáticas con el mensaje y decirle directamente que el Señor le ama y que murió por ella para darle una vida junto a Él para siempre, etc...

Entónces ella aceptó al Señor en oración, y su rostro se llenó de felicidad, esa felicidad que te da aunque estés muriendo de dolor por un cáncer gástrico, esa alegría que sólo llega cuando el Espíritu Santo viene a vivir en tu corazón. Esa mujer se había convertido en ese momento en una hija de Dios, y quiero compartir contigo la noticia.

La Palabra de Dios dice que cuando somos hechos hijos de Dios, tenemos entrada asegurada al Cielo, por eso me imagino a Dios sonriendo, porque ya tiene un alma más para su Reino.

Tú también puedes experimentar esa felicidad hoy... decídete.